A veces mi trabajo me
recuerda al arranque de una película que marcó a toda una
generación, la mía:
Exacto, a veces me siento atrapada en el corsé de una vida programada y me dan ganas de echar a correr, como Renton, pero en este caso en una especie de #trainspottingdocente:
Exacto, a veces me siento atrapada en el corsé de una vida programada y me dan ganas de echar a correr, como Renton, pero en este caso en una especie de #trainspottingdocente:
Programa en la
oposición;
programa cuando viene
la inspectora en la fase de prácticas;
programa para el
departamento;
programa la reunión de
padres;
programa la
presentación de los alumnos;
programa salidas al
teatro y rutas literarias.
Programa a los niños
para que no hablen;
programa la fecha de
cada examen, que te la quita el de mates;
programa cada pregunta,
lo que quitarás por cada tilde, por cada grafía, por cada coma
y por cada b de vurro.
Programa su futuro.
Programa su vida.
Otra
cosa os digo, que mi generación no somos muy de corsés, ni de hacer
lo que nos dicen (excepto lo de hipotecarnos, que eso nos lo repetían
mucho). Así que, a pesar de lo que le has prometido a tu tribunal de
oposiciones que harás durante el resto de tus días, una mañana
llegas a clase y sucede que la de valenciano -que, más que una
profesora, es una caja de buenas ideas y ganas de llevarlas a cabo-
tiene por costumbre escribir un verso en la pizarra cada día. Y
piensas "Oye, qué bonito! ¿por qué no lo habré pensado yo?".
Pero, claro, no te puedes copiar, porque no eres una copiota. Decides
entonces improvisar y reconducir SU idea. De este modo nace el primer
#piquepoético, a lo loco, viviendo la vida a tope, como
buenos millennials.
Un día, la de valenciano hasta llegó a repicarse, cerrando así el círculo de la improvisación poética en una vuelta de tuerca impredecible.
Y
parece una tontería, incluso puede que lo sea, pero cuando llego a
clase, los días que toca pique, hay alumnos que están expectantes,
que quieren saber cuál será el próximo paso, si va a llegar la
sangre al río, si van a ver vísceras...Lo que no sospechan es que
quizás y con un poco de suerte, los picados acaben siendo ellos.
Porque en el fondo y sin programarlo, esa es la intención maligna
que nos mueve a buscar cada día un verso que les despierte.
Así
que, finalmente, después de siete años atrapada en mi particular
#trainspottingdocente, caigo en la cuenta de una verdad que voy
a llevar por bandera (uy, he dicho bandera). Y es que, cuando hayas
terminado de invertir horas y horas programando todo, entra en el
aula, relájate, coge aire y olvídate por un instante de todo el
tiempo invertido en encorsetar el aprendizaje. Después de tanto
programar estás en condiciones para ponerte a improvisar, correr
riesgos, dejarte llevar para ver lo que sale. Y lo más alucinante es
que salen cosas y, en ocasiones, hasta pueden ser interesantes.